Nina Friedemann

ANTROPOLOGA COLOMBIANA

Antropologa. Nació en Bogotá. Estudios en el Instituto Colombiano de Antropología, Hunter College y Universidad de California. Asociada permanente de investigación en el Centro para Investigación de Cambios Socia­les, Universidad de Emory, Atlanta. Ha ense­ñado en la Universidad Nacional de Colom­bia. Profesora visitante en la Georgia State University y en la University of Alabama. Fue distinguida en 1979 como profesora visi­tante en Estados Unidos por la Fulbright-Hays.
Ha participado en numerosas investigacio­nes sobre grupos negros colombianos, rela­ciones interétnicas e historia de la ciencia social en Colombia. De esto son resultado abundantes artículos aparecidos en publica­ciones recientes (libros): Un siglo de investi­gación social.  Antropología en Colombia (Coeditor Jaime Arocha Rodriguez. Bogotá: Etno, 1984);  Lengua y sociedad en el Palenque de San Basilio (Coautor: Carlos Patino Rosselli. Bo­gotá: Instituto Caro y Cuervo, 1983) ; Herede­ros del jaguar y la anaconda  (Coautor: Jaime Arocha Rodriguez . Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1982) ;  Ma Ngombe:  Guerreros y Ganaderos en Palenque (Coautor: Richard Cross. Bogotá: Carlos Valencia Editores, 1979).
 Ha dirigido, asimismo,  el programa de inves­tigación Etno-Desarrollo de Grupos Negros en Colombia, auspiciado por la fes (Funda­ción para la Educación Superior), la iaf  (In-teramerican Foundation), la Fundación Ford y el ciid (Centro Internacional para la Inves­tigación y el Desarrollo).
Graduada del Instituto Colombiano de Antropología de Bogotá, del Hunter College y de la Universidad de California, Nina S. de Friedemann se ha distinguido, especialmente, en el campo de los estudios afroamericanos.
El cimiento ético y político del trabajo sobre Palenque enmarca el resto de los aportes de Friedemann, que trascendió el ámbito de lo afroamericano con el volumen Herederos del jaguar y la anaconda, elaborado en 1982 con Jaime Arocha. En este caso, la innovación del texto etnográfico se hizo más penetrante, señalando el protagonismo de los antropólogos en sus enfoques y en los lugares donde desarrollaron sus investigaciones de terreno, y mediante representaciones de complejas teorías sobre el poblamiento de América, la ecología cultural y la integración entre cotidianidad, moral, filosofía, religión y ciencia. Friedemann profundizó esta opción hasta dar origen a lo que el poeta José Luis Díaz Granados denominó «cuentos sin ficción», en el prólogo que escribió para De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia (1986). 

Perfiles sociales del carnaval de Barranquilla

INTRODUCCIÓN En Colombia,  el Carnaval de Barranquilla,  de cuya Fiesta existen registros desde el año 1876, en los últimos años se ha convertido en un acontecimiento que pretende sacudir el litoral del Caribe,  tomar como modelo  el Carnaval de Rio de Janeiro y atraer la atención que otras ciudades del caribe colombiano tienen como sitios de turismo internacional. Actualmente se realizan marchas y paradas, concursos de reinas y se intensifica la presentación de danzas tradicionales procedentes de barrios y poblados que desfilan en formaciones de baile a lo largo de calles, alrededor de carrozas y anuncios comerciales. Sus dirigentes contemporáneos, gentes de las clases dominantes, ven en el Carnaval una posibilidad para dibujarle a la ciudad un perfil humano estético y durable que contrarreste aquella dimension que señala a Barran­quilla solamente como urbe comercial e industrial y ûltimamente centro de actividades de tráfico ilegal. Pero las clases dominantes de la ciudad son una pequeña minoría en un conglomerado de alrededor de un millôn de habitantes que se agitan en un mar de problemas sociales, económicos y urbanos. Asi, el Carnaval como trance cultural y expresión de clases sociales ha experimentado cambios fundamentales. En el momento, las manifestaciones populares de las fiestas que tienen un apreciable contenido de tradiciones negras e indígenas se han venido agregando al Carnaval y constituyen ahora su médula musical, el color y la exuberancia festiva del trance callejero. Este ímpetu de parte de los organizadores oficiales del Carnaval, ocurrió cuando su manejo formal pasó de los clubes sociales a las esferas del gobierno. Sus oficiales usaron el sistema de clientelismo para la ganancia política. Después de algunos años de esta práctica, el Carnaval ha entrado de nuevo en un proceso de cambio dentro del mismo marco del clien­telismo, pero en el esquema complejo del control por parte de las clases dominantes sobre las fuentes del poder que tienen las clases populares. Asi, las clases dominantes, minoritarias en términos nu-méricos, trazan redes de aproximaciôn hacia las otras clases, mayoritarias en número de gentes, dueñas de tradiciones y con el potencial de las masas movilizables. George Balandier (1969) ha mostrado cómo la tradición y la cultura pueden manipularse para fines de poder social, politico o económico. El examen de las relaciones que hasta recientemente establecieron los organizadores politicos de las festividades en Barranquilla con los directores de las danzas de los barrios populares, o con las reinas populares y sus grupos de barrio se dieron en un esquema de clien­telismo, entendido éste como «la utilización anodina de personas o grupos para beneficio particular o de clase» (Miranda 1976: 37). En el Carnaval actual se estimula el clientelismo entre el sector del comercio y la industria, manejados éstos por esferas de clases do­minantes y los sectores populares, a través de la introducción paternalista de artículos de consumo popular y la colaboraciôn monetaria de sus empresas que eslimulan las fiestas. El impetu que la Junta Organizadora del Carnaval imprime a la fragmentación de las masas de los barrios en grupos de reinado popular y en la fisión de las danzas aparece como estrategia en el control de los recursos del poder (Leeds 1973: 34). La organizacion del Carnaval que todavia se mueve sobre el diseño del mandato gubernamental que la instituyó como fiesta civica, permite al comercio y la industria el establecimiento de redes de rela­ciones con el sector gubernamental, útiles en la ejecución no solamente de los programas de festividades de Carnaval. Permite además, estimular entre el pûblico general la imagen de un contacto amistoso y festivo entre clase sociales. Ello coadyuva al mantenimiento del statu quo en las circunstancias actuales de polarización económica y social y a un equilibrio frágil de los conflictos rutinarios en la urbe. El Carnaval actual de Barranquilla se desarrolla principalmente en dos escenarios socio-económicos. El de las clases dominantes, en recintos de residencias privadas y clubes afluentes u oficinas privadas y gubernamentales. El de la clase popular en sus barrios, en recintos descubiertos queincluyentïendas y se conocen como verbenas, y en diversas calles de barrios y centro de la ciudad. Descripciones del Carnaval de Barranquilla en su expresiôn formal y recuentos de sus viviendas en el trance de su célébracion anual se encuentran profusamente en escritos, narraciones fílmicas o en la narrativa oral de sus participantes. Hay gentes que asisten año tras año como parte vital de comparsas, comedias o danzas en los niveles de organización de la fiesta o como simples espectadores en los clubes ó en las calles de la ciudad. No obstante, un enfoque del Carnaval como un evento dentro del cual se dinamizan redes sociales, políticas y económicas en el nicho urbano y entre las clases sociales de Barranquilla, no se ha podido localizar en la literatura de las ciencias sociales. Este artículo intenta iniciar el examen del Carnaval de Barranquilla en el contexto de sus clases dominantes y en relación con el sector señalado como popular por estas mismas clases. Los datos que sus­tentan este trabajo fueron obtenidos durante la celebración de los Carnavales de 1976 y 1977, en visitas a la ciudad, entrevistas con va­riadas personalidades tanto miembros de la organización que dirige el Carnaval, como directores de danzas en los barrios o espectadores de las fiestas. El trabajo fue parte de un programa de estudios de la Estación Antropológica del Caribe en el Instituto Colombiano de Antropología. EL TRAYECTO DEL CARNAVAL En Europa El culto a Saturno, dios romano de la agricultura, de rasgos griegos fácilmente asimilables a los de Cronos, la divinidad agraria griega, parece ser el origen de las festividades que se conocen en Europa, en el Norte de África y en las Américas como Carnavales. Saturno, asociado con la diosa Lua símbolo de plagas y destrucción, en un conjunto de singular oposición, tenía su gran festival de propiciación a partir de diciembre 19 y durante siete días. Su templo construido entre los años 509 y 265 A. C, en los primeros años de la república romana, se erguía al pie del Clivus Capitolinus cerca al Foro. En Roma, para las Saturnalias o fiestas de Saturno se suspendían todas las actividades de comercio, las escuelas, las operaciones mili­tares. Aún a los esclavos se les daba libertad temporal y se permitían diversiones prohibidas como el juego de dados. Un intercambio de regalos como espermas y muñequitos de arcilla era parte del culto. El mismo Saturno cuya estatua tenía los pies atados con bandas que parecían de lana, era desatado para que pudiera salir de su templo a divertirse. Era sin duda un rito de fertilidad. La llegada del cristianismo a Roma opacó todas las festividades alrededor de divinidades y sus templos. Nuevos personajes y otras celebraciones florecieron. Al lado de éstas como por ejemplo la cua­resma ó sea la abstinencia de carne durante un período previo a la conmemoración de la muerte y resurrección del héroe cristiano Jesús, aparecieron unos días antes recuerdos festivos de las Saturnalias que con el tiempo tomaron cuerpo y se convirtieron en Carnaval. La pa­labra misma (carne = carne,        vale = adiós) expresa una preparación para el cumplimiento del hecho inminente: la prohibición de la carne. En Roma los esfuerzos represivos de la Iglesia para suprimir el Carnaval no tuvieron efecto. Después del siglo XI más bien su institucionalización se logró cuando el Concilio de Benevento fijó el miércoles de ceniza como día límite de las festividades (Castillejo 1957: 65). Algunos de los Papas insistieron en la represión. Sixto VI por ejemplo, en la década de 1580 se opuso rígidamente al derroche bacanal del Carnaval, actitud que contrasta con la largueza permisiva de otro Papa, Pablo II que por el contrario organizó para la cele­bración gran variedad de carreras. En la Edad Media, en el recuento del Carnaval aparecen comparsas y mascaradas a pie en algunas ciudades y en otras como Venecia las festividades se desenvuelven en góndolas sobre el canal y el mar. Lo cual parece ser la integración nuevamente de recuerdos de las fiestas en los tiempos de los emperadores romanos, cuando se llenaba la pista del circo de agua y se escenificaban batallas navales. Durante esos siglos aparecieron en el Carnaval innumerables inno­vaciones. Cada una de ellas reflejaba cambios en la sociedad donde se realizara la fiesta. El uso de carrozas tiradas por caballos, por ejemplo, que en un tiempo en la Edad Media eran exclusivas de los ricos, aparecieron en el Carnaval junto con la batalla de flores, des­pués de que ésta había surgido sobre las góndolas de Venecia. Turín, Milán y Nápoles registran también celebraciones fastuosas, a tiempo que Florencia tuvo la reputación de disfrutar durante mucho tiempo uno de los Carnavales más desaforados y licenciosos de la época. Uno de los elementos constantes que la festividad de Carnaval re­gistra son celebraciones en las calles y en ésta, participación indiscri­minada de gentes. No obstante, a lo largo de su historia se ha visto una separación al menos formal de la clase dominante en el desarrollo activo y callejero del Carnaval. Sus gentes las han celebrado de ma­nera privada en salones y residencias, marcando así dos expresiones polarizadas del Carnaval: el popular o del pueblo en las calles y el de las clases dominantes dueñas del poder político, de bienes económicos o poseedores de alcurnias religiosas, en ambientes restringidos a sus mismas gentes.En el Caribe ColombianoEn el Caribe colombiano como en otros lugares de América la celebración ha sido elaborada, transformada y acomodada en el trans­curso de las sociedades donde ha sido acogida y se ha enriquecido con la participación de tradiciones de origen indígena o africano. En Barranquilla, ciudad sobre el litoral caribe, escenario de una enor­me inmigración negra africana durante la trata de esclavos, se en­cuentran en el Carnaval actual danzas como las de cumbias, notables ya durante la colonia en la provincia de Cartagena y además, danzas de Congos. Estas últimas bien pueden compararse con aquellas simi­lares dueñas de tradiciones africanas que al igual que en Uruguay, Argentina, Brasil y Panamá se han transformado y también han sido añadidas como parte vital del Carnaval contemporáneo (Friedemann 1976: 6). Es preciso mencionar el hecho de que en relatos y en artículos de tipo histórico, se menciona el Carnaval de Barranquilla como una fiesta que ha venido celebrándose en sitios del litoral atlántico en Colombia, desde tiempos coloniales. Esto supondría la introducción del Carnaval como tradición occidental, por parte de los españoles desde muy temprano. No obstante, cuando se analizan las festividades de Cartagena a las cuales se refiere Posada Gutiérrez (1929: 195) y sobre las que otros escritores (Castillejo 1957, Escalante 1954) se apoyan para explicar la aparición del Carnaval en la costa norte de Colombia, se observa que los rituales que han servido para tales opiniones tienen una proveniencia cultural africana. Además, son similares a aquellos citados por Arthur Ramos en Brasil (1944: 171) o por Carvalho Neto en el Uruguay (1965: 298). Tales rituales tienen características como la de aquel descrito por Alcides d’Orbigny en 1827 y citado por Carvalho Neto (1965) sobre «las fantásticas cere­monias» que en Montevideo el 6 de enero celebraban todos los negros llegados de las costas de Africa bailando danzas guerreras o haciendo representaciones danzadas de trabajos agrícolas, etc., las que años más tarde ya elaboradas se encuentran añadidas también al Carnaval de Montevideo. Así, las festividades en Cartagena a las que se refiere Posada Gu­tiérrez (1929) son católicas. En ellas se permitió participar a los es­clavos urbanos en un derroche de paternalismo y sin duda para sua­vizar el látigo de la sujeción. En esos días los negros congregados en cabildos(Urfe 1977. 215-237), cada uno con su rey, reina y prín­cipe y a la usanza de África salían de paraguas, portando grandes escudos de madera forrados en papel de colores, llevando delantales de cuero de tigre y cantando y bailando con el séquito, en una danza de reminiscencias guerreras al son de tambores y empuñando espadas y sables desenvainados. Estas celebraciones de los negros, ateniéndose al origen del Carnaval, desde un punto de vista histórico, no son características de las festividades que por muchos siglos se han venido celebrando como Carnaval en Europa y en otros sitios. Claro que cuando el Carnaval fue introducido como tal, esas danzas que eran celebraciones de ne­gros en el litoral atlántico, paulatinamente se fueron incorporando a las festividades de Carnaval y sus gentes empezaron a hacer parte de las masas indiscriminadas de celebrantes callejeros. Así, aunque en Colombia, al igual que en otros lugares de América las tradicio­nes de ancestro africano actualmente hacen parte del trance de Carnaval, no pueden señalarse como muestras características de una festividad de origen occidental. Ello seguiría propiciando el desco­nocimiento de la influencia de tradiciones negras de claro origen africano que han enriquecido aspectos de la cultura de un país o de una región como es el caso del Carnaval en la ciudad de Barran­quilla.El reconocimiento de la influencia y participación del negro y de su cultura en el transcurso de las naciones que en los últimos qui­nientos años en la América han estado gobernadas y dominadas por gentes descendientes física y/o culturalmente de europeos conside­rados blancos, es un hecho que las ciencias sociales en su estadio contemporáneo no ignoran. La activa incorporación de tradiciones ancestrales de negros elaboradas o transformadas y realizadas en marcos creativos de expresión cultural aun en festividades diseñadas por una clase social dominante modelada por normas occidentales, constituyen estrategias de adaptación socio-cultural con las que el negro ha respondido a los imperativos impuestos por esa clase. Al­gunas de tales estrategias en Colombia, ya han sido descritas en la disciplina antropológica (Whitten y Friedemann, 1975: 9, 1976: 5).El blanqueamiento no solo cultural sino fenotípico, otra estrategia de adaptación, ha permitido a gentes no blancas cierta movilidad socio-económica, especialmente en lugares como el litoral atlántico donde el pigmento racial es un elemento que contribuye a la jerarquización de individuos y grupos. Así, en Barranquilla encontramos gentes que se llaman a ellos mismos morenos, junto a gentes negras y blancas en los grupos de danzas con tradiciones negro-africanas. En Barranquilla la introducción de la fiesta de Carnaval con sus elementos occidentales característicos, aunque transformados o ela­borados, parece que tuvo lugar a finales del siglo XIX. Tales ele­mentos han sido el culto a un personaje-símbolo, rendido dentro de un lapso particular durante el año, ritos de propiciación, abandono a la diversión, disfraces, máscaras y comparsas, vehículos para desfilar, batallas de flores, chorros de agua, confetti o sustitutos como polvillos de colores o harinas. Durante muchos años los grupos de danzas de tradición indígena y negra, siguiendo sus costumbres y dentro de las limitaciones im­puestas por la política y la iglesia, tuvieron sus fiestas en poblados y luego en sitios como los incipientes barrios de artesanos, trabaja­dores del ferrocarril, cargueros y en general gente sin medios econó­micos, muchos de ellos migrantes de los pueblos y caseríos de la re­gión. Algunas de esas fiestas las hicieron alrededor de los santos ca­tólicos y más tarde las celebraron simultáneamente, cuando el bando del Carnaval declaró a la ciudad de fiesta. Pero es en los últimos años cuando estos grupos han sido integrados como espectáculo de Carnaval organizado con determinados objetivos por la clase social domi­nante.En BarranquillaLa aparición del Carnaval en el litoral atlántico de Colombia se correlaciona con el auge de Barranquilla como puerto marítimo y ribereño y constituye el contexto por excelencia en el cual la ciudad cuyas raíces historicas yacen en narraciones pastorales imprecisas, encuentran un símbolo vital de identificación en el panorama nacional. Autores como Nichols (1954) y McGreevey (1975) conceptualizan el auge de Barranquilla como puerto de tráfico y comercio sobre la base de su siluación geográfica en el rio Magdalena y su vecindad al mar y a la Bahia de Sabanilla. que como puerto marítimo en el siglo diecinueve constituyó la puerta de oro que le abriô su eminencia. Esto complementado por la prosperidad de las exportaciones de añil y café y las importaciones de productos europeos, cimentaron su crecimiento en el marco de la formación del capitalismo en Colombia. El asentamiento de europeos y otros extranjeros involucrados en actividades comerciales y de transporte posiblemente tiene que ver en la introducciôn del Carnaval en Barranquilla. Aunque el proceso de inmigración de extranjeros se propició a partir de los primeros momentos que siguieron a la independencia adjudicáncloles tierras, concediéndoles su nacionalizacion con solamente dos años de residencia y especialmente con la politica abierta de aceplación de sus costumbres y religion, esta ûltima imptilsada por los politicos pesé a la oposiciôn de la igîesia católica (Safford 1969: 92), el numéro de europeos y norteamericanos en Colombia a mediados del siglo XIX era menos de 850. Barranquilla en 1851 contaba apenas con 6.114 habitantes (McGre­evey, 1975: 113) y como cantón de la provincia de Sabanilla era villa capital. En 1860 todavia como puerto fluvial del Magdalena se comunicaba con Sabanilla a 27 kilómetros por medio de un camino de herradura por el que transitaban burros que cargaban las mercaderías en sus lomos y sobre monticulos y montones de polvo y arena. McGreevey (1975: 260) añade cómo solamente cuando la desembocadura del río dejaba pasar las corrientes marítimas, los barcos podian arrimar a través de Bocas de Ceniza hasta la villa, evitando así el transporte de las mercancías por el camino polvoriento. Con todo, la actividad de tráfico siguiô intensificándose al punto que Nichols (1954) registra una inmigración de comerciantes de Cartagena en 1857 y probablemente un aumento de inmigrantes y viajeros extranjeros a juzgar por los comentarios de Isaac Holton (Nichols, 1954: 164) quien en su viaje de veinte meses en los Andes encontró que en el hotel principal de Barranquilla solamente se veian extran­jeros y se oía hablar mucho inglés. En 1869 cuando se empezaron los trabajos del ferrocarril que comunicaría a Barranquilla con Sabanilla, con la firma alemana que se hizo cargo de parte del trabajo, llegaron también ingenieros ingleses, quienes sin duda formaron parte de las colonias de extranje­ros que en 1876 ya se localizaban en Barranquilla. La ciudad seguía creciendo en poblaciôn de tal manera que entre 1878 y 1882 se calcula tenía de 15 a 18.000 habitantes (Nichols, 1954).Con la facilidad del ferrocarril, el volumen de tráfico superó el de Cartagena y Santa Marta, las otras dos ciudades costeras y hubo el aumento consiguiente de entradas monetarias por derechos de adua­na. Así como los inmigrantes de zonas vecinas impulsaron el creci­miento de la ciudad, aunque aún prevaleciera en ella un sabor rural en las chozas de paja y en los jardines de frutales, que fue varián­dose en busca de un perfil citadino. También aparecieron tranvías ti­rados por caballos, un club de danza y drama, un teatro y las fiestas de Carnaval. En 1876 según crónica de Arosemena (1976: 38) se leyó el bando que determinó la iniciación oficial del Carnaval. En el mismo año, el área que se conocía como distrito de Barranquilla fue convertida en provincia y dentro de ella se señalaron como distritos a Barran­quilla en su área urbana con sus agregaciones. Galapa y sus agrega­ciones, Santo Tomás, Tubará y Soledad fueron los otros distritos. Esta circunstancia es importante ya que el proceso de inmigración hacia Barranquilla como urbe de formación, los distritos mencionados con­tribuyeron con su población y expresión cultural ancestral. Las danzas de negros congos, las cumbias y otras danzas ingresa­ron constituyéndose en médula del Carnaval actual. En efecto, aún antes de que se leyera el primer bando de Carnaval, la cumbia que Abadía (1970: 105) considera una danza de origen negro, al menos por el ritmo y que para otros es una danza mulata del litoral atlán­tico, se bailaba en la provincia de Cartagena en la época de la co­lonia y en Barranquilla se disfrutaba sábados y domingos y en las fiestas de los santos, en sitios llamados cumbiambas, que en los ba­rrios Arriba y Abajo se instalaban alrededor de tambores, flautas de millo y guacharacas (De la Espriella, 1974). En 1881 las fiestas de Carnaval se habían arraigado más en las gen­tes que económicamente prosperaban con el tráfico y el comercio de Barranquilla-Sabanilla. Ese año tal comercio registró exportacio­nes por valores que pusieron a Barranquilla en ventaja con cualquier otro de los puertos colombianos (Nichols, op cit). La fluidez econó­mica se proyectó en el estilo de vida de un grupo de la población que inició la construcción de viviendas nuevas ensanchando los bor­des de la urbe. Las gentes de menores ingresos quedaron así rezaga­das en los sitios donde había tenido asiento la ciudad en sus albores. En tal sector se encuentra actualmente el barrio Rebolo que es con­siderado como el más antiguo de la ciudad y el que conserva aún numerosas tradiciones culturales. Muchas de sus gentes tienen an­cestros que vivieron allí desde tiempos tempranos y son dueños de las danzas de negros congos y de las cumbias, así como activos par­ticipantes en el Carnaval actual de la ciudad. La vieja costumbre occidental de elegir en el Carnaval a un hom­bre como personaje-símbolo de las fiestas se mantenía aún en 1881 en Barranquilla. En ese año se coronó a Enrique de la Rosa como rey, quien a su vez designó heredero de solio, cetro y corona a otro hombre, Ricardo Arjona (Arosemena, 1976: 38). En 1892 el rey fue cambiado por un presidente. Con este título —salvo algunos años cuando por convulsiones políticas de la época no se celebró Carnaval— un hombre continuó siendo el personaje-símbolo hasta 1918. En ese año se inició el reinado de mujeres que interrumpido según el mismo relato de Arosemena por unas presidencias conjuntas de hom­bre y mujer, retornó al reinado femenino que hasta la fecha se rea­liza anualmente. El estilo de vida de la clase dominante que al finalizar el siglo XIX y comenzar el XX celebraba sus fiestas y para ello elegía una reina, era expresión de su prosperidad y de la de Barranquilla. El impacto del ferrocarril en la afluencia de las gentes se notaba aun en los tra­jes de Carnaval. En un club una joven, anota Arosemena, exhibió sobre su traje la frase «la prensa es la inmensa y santa locomotora del progreso», refiriéndose a los periódicos de la ciudad. El comercio de telas se reflejaba en las fiestas. Linos de Inglaterra, encajes de Fran­cia y sedas del Japón daban cuenta de los países que introducían sus productos a Colombia. Todos estos detalles se publicaban en los pe­riódicos de la época, conforme se hace hoy en día y ello contribuía al delineo y afirmación de las normas de la burguesía comercial que modelaba el transcurso de la ciudad en el ámbito social, comercial y político. Estas gentes exhibían además la influencia de la inmigración extranjera, cuyos apellidos ocupaban renglones importantes tanto en las celebraciones y en las crónicas sociales como en las comerciales. Junto a los nuevos apellidos aparecieron también los de origen es­pañol provenientes de la inmigración interna criolla que llegó atraída por la prosperidad de Barranquilla. Pero en 1914 los apellidos Dugand, Siedemburg, Lebolo, Bellingrodt y Helm eran los de algu­nas personalidades en las comparsas de club, así como en 1918 la reina fue Lafaurie y en 1919 Lavalle. Esto de cierta forma reflejaba la expansión imperialista de Francia, Inglaterra y Alemania sobre Colombia a finales del siglo XIX, la que por otra parte empezaba a sentir en 1913 la avanzada hegemonía de los Estados Unidos. En tales años según documentos cotejados por Tirado Mejía (1974: 486-513) Colombia era «tierra de nadie» y sólo contaba en el cálculo de las potencias como presa a repartir, a tiempo que sus gobernantes ofrecían al país en subasta. Los periódicos y los registros fotográficos del Carnaval durante el primer tercio del siglo XX narran con detalles la dependencia extran­jera socio-cultural de la clase dominante en su ritual de afirmación económica y socio-racial en la ciudad de Barranquilla. «La Prensa» en el decenio de 1930 publicaba la «Crónica Semanal de la Vida So­cial Colombiana en París» y «La Semana Neoyorkina» con detalles de los asistentes a fiestas infantiles, de navidad, etc., quiénes regresaban a Colombia y quiénes se marchaban. No faltaron páginas completas de fotografías de «Bellezas Norteamericanas» que con este título se presentaban como tipos humanos ideales. La clase dominante que en un tiempo se encontraba para Carnaval en el teatro «Emiliano»  (1) , que luego se convirtió en el Teatro Muni­cipal, empezó a divertirse en el Club Barranquilla y en el ABC  (2)   al son de orquestas extranjeras que reemplazaban la Banda de Baranoa y la Banda Militar (Abello, 1926). Las normas de socialización y per­tenencia a esta clase escogieron al Carnaval como escenario social para afirmarse con claridad. Para el efecto se presentaban en com­parsas organizadas en grupos de edad. «Los Mosquitos» eran niños que bailaban en las horas de la mañana. «Los Paco-Pacos» ,  jovencitos rondando la adolescencia se exhibían entre la una y las tres de la tarde;  «Las Langostas», grupos de adolescentes celebraban entre las tres y las seis de la tarde y de las siete de la noche en adelante, los dueños del piso de baile eran los casados. La ciudad había crecido de 64.000 habitantes en 1918 a más de 100.000 en la década de 1930. Aunque en la actualidad la ciudad posee cerca de un millón de habitantes, la clase dominante utiliza un proceso similar de socialización de sus miembros al Carnaval como escenario de confirmación de pertenencia a tal clase. Con el aumento de población y actividades de estas gentes, una validación formal tie­ne lugar hoy en día en recintos de distintos clubes sociales. Desde 1964 se celebra con el nombre «Carnaval y Caridad» en el Coliseo Cubierto un festival de comparsas de los clubes sociales, reminiscentes de aquellas festividades del teatro Emiliano. Las comparsas de los diversos clubes bailan con los mismos trajes con los que se han pre­sentado en sus recintos días anteriores. El dinero que produce la venta de boletos al público general de la ciudad, se destina de acuerdo a la organizadora para   «… alivio de la miseria del pobre, poniendo a trabajar a los ricos»  (Mendoza, 1977) . Es interesante anotar cómo es­tas comparsas que en el recinto de sus clubes validan su estatus so­cial alegremente, definen su presentación en el Coliseo como trabajo de ricos para los pobres, afirmándose frente a la ciudad como su clase dominante. Pero volviendo a los comienzos del siglo XX y a la celebración de las fiestas, los relatos actuales sobre las fiestas de entonces mencio­nan una clase de «segunda» (De la Espriella, 1974) que general­mente se quedaba en sus casas ó hacía reuniones familiares, en tanto que las gentes de la clase «baja» o «popular» se divertían en las cumbiambas de barrios, en las calles en danzas de negros congos  (3)  ó en los salones burreros a donde según crónicas, acudían gentes lle­gadas de Galapa, Soledad y La Playa cerca de Sabanilla. Dejaban sus burros amarrados a las estacas del bailadero, y disfrazados se en­tregaban a divertirse. Esta estratificación social en clases de primera, segunda y tercera o popular, es reminiscente de aquella que en la Provincia de Carta­gena, durante la colonia y en la temprana república se apoyaba en contornos de pigmentación racial que aparecen claramente en el con­texto de las fiestas de San Sebastián el 2 de enero y las de la Can­delaria el 2 de febrero. Allí había un baile primero de blancas de Castilla, otro de segunda de las pardas o mezclas acaneladas de las razas primitivas y el baile tercero de las negras libres (Posada Gutié­rrez, 1929: 195). Para los pobres, negros libres y esclavos y en ge­neral gentes con los pies descalzos, Posada Gutiérrez añade que no había salón de baile y que se divertían bajo el cielo descubierto y al son atronador del tambor africano, cosa que también hacían los negros bozales que se reunían en cabildos, conforme se mencionó an­teriormente. Aunque en la actualidad la pigmentación racial no es un elemento básico de estratificación social en Barranquilla, los grupos de las clases dominantes exhiben no sólo normas de abundancia económica y social, sino rasgos que aproximan la variedad blanca en sus gamas morenas muy claras, acaneladas claras y tipos similares con los que los blancos del litoral atlántico se definen frente a los no-blancos, a los negros o a los indígenas. Y aquellos tipos ideales de belleza que aparecían como tales en las páginas de los periódicos de Barranquilla en las décadas de 1920 y 1930 y que exhibían rasgos del europeo nórdico transplantado en Estados Unidos siguen modelando la apre­ciación estética de belleza humana ideal, particularmente entre la clase dominante. 1. Jorge N. Abello anota en «Diario del Comercio», febrero 14, 1926: «El Club Barranquilla y el ABC han reemplazado al Teatro Municipal en los bailes de Carnaval… los bailes de primera en salones construidos ad-hoc, con pisos de madera, en algún patio bien espaciado como el de la Escuela Pública, en la Calle de Comercio, hasta cuando don Emiliano Vengoechea  inició esos bailes en el teatro que se llamó «Emiliano» y ahora Municipal, para dedicar los productos de ellos a la terminación del edificio». 1. En 1926 Barranquilla ya tenía los clubes Barranquilla,  ABC ,  Carib Club  y Club Alemán. – Jorge N. Abello, anota en su crónica de febrero 14, 1926, cómo  «mientras la clase alta se divertía en los clubes» ,  en los barrios bajos subsiste el animado baile de los africanos y aborígenes, al son del tamboril, caña de mijo y guacha­racas, instrumentos de música primitiva…’ EL CARNAVAL CONTEMPORÁNEO La organización En el carnaval actual participa la población urbana y gentes de áreas rurales vecinas. Individuos y grupos de la clase dominante definen la organización y toman decisiones que la celebración re­quiere. Su incorporación como actores en las festividades generalmente se cumple en los recintos de sus clubes o residencias privadas. Individuos y grupos de barrios y poblados vecinos, con niveles socio-económicos deprimidos, conforman las danzas y comparsas en sus ámbitos. Celebran en las calles del barrio, en salones del mismo y durante dos días del carnaval son añadidos a los desfiles oficiales. Hay también una masa de espectadores y celebrantes desinhibidos que en las calles, bares o casetas de baile y bebida conforman lo que podría llamarse el carnaval de harina, bajo cuya lluvia la diversión es variada. Un número abundante de estos celebrantes se apropian del Paseo Bolívar durante los cuatro días de intenso jolgorio, para bailar, comer, beber, jugar, pelear o dormir. La clase dominante elige en su seno al personaje-símbolo del car­naval que desde 1918 ha sido una mujer joven a quien se corona como reina, además nombra los personajes que encabezan los comités de manejo del carnaval. Algunos de estos individuos activan en los barrios los preparativos de las danzas que desfilan en la batalla de flores y en la gran parada y promueven los reinados populares. En los barrios y poblados vecinos las decisiones inherentes a los grupos de danzas en cuanto a su presentación y coordinación, se realizan en el seno de cada grupo. Pero estos no tienen injerencia alguna en las decisiones de la Junta Organizadora del Carnaval, en la organización de desfiles ni en el presupuesto comercial y guberna­mental de las fiestas. El carnaval tiene cuatro días de expresión intensa, que empieza un sábado y termina el martes antes del Miércoles de Ceniza, según el calendario del ritual católico. Pero el bando que ordena la iniciación de las fiestas se lee el 20 de enero de cada año en un sitio público. En los primeros tiempos se leyó en la Plaza de Armas, sobre la Calle de las Vacas, luego en la Plaza de San Nicolás y más tarde en el Camellón Abello, el Paseo Colón y en los últimos años en el Paseo Bolívar. En 1977 el bando fue leído por el alcalde de la ciudad, a un mismo tiempo presidente de la Junta del Carnaval. Asistieron algunas danzas de cumbias y de congos de los barrios, disfrazados con parte del atuendo del año anterior, la reina ya nombrada y jó­venes de los clubes sociales así como algunas candidatas de barrios y sus grupos de respaldo. En el Paseo Bolívar se repartió ron y se roció harina. La música de cumbia constituyó el anticipo de las fes­tividades en un contexto local de contacto entre sus clases sociales. En esta fecha se inicia una comunicación activa a nivel horizontal entre los dirigentes del carnaval y en sentido vertical entre éstos y los directores de danzas u organizadores de reinados populares en los barrios. Asimismo, las actividades en los barrios se intensifican. Cada fin de semana las candidatas organizan bailes para recoger fondos monetarios para sus candidaturas y sus carrozas. Las empre­sas productoras de cerveza y de gaseosas despliegan fuertes cam­pañas de propaganda de sus productos en prensa y radio. Su propaganda se apoya en la promoción de las candidatas populares en los barrios. Las verbenas de baile, que son los sitios de concentra­ción de gentes alrededor de cada candidata reciben ayuda de las em­presas y proyectan los lemas y marcas de sus cervezas y gaseosas.Junta Organizadora, Junta Permanente y la Nueva Junta del CarnavalComo se anotó antes, el carnaval se desenvolvió en Barranquilla por iniciativa de la clase dominante en el contexto de la urbe en proceso de crecimiento. Los organizadores del carnaval eran hombres prominentes en el comercio o en la administración local. En la batalla de flores así como en el reinado, las jóvenes que participaban en exhibiciones callejeras sobre carrozas o en los clubes eran familiares y parientes de los organizadores.  (4) La separación social entre estas gentes y las de los barrios era definida durante el carnaval. Los primeros hacían generalmente un programa para ir a ver como espectadores las danzas de negros congos y de cumbias que se divertían en la Calle de las Vacas. Un infor­mante recuerda todavía como   » … los domingos de carnaval salíamos en carro a mirar las danzas, aprovechábamos mirarlas cuando todavía estaban limpiecitos, acabados de vestirse » .  Tales danzas no hacían parte del carnaval alrededor de carrozas en la batalla de flores, ni tampoco hacían desfiles por las calles estilo paradas militares, con­forme ocurre actualmente (véase Programa de Carnaval 1977 ) . Los contactos entre clases eran distantes. Las danzas ofrecían una «bai­lada» a la reina frente a la residencia de la joven. Recibían en re­torno dinero,  ron y comida. Y en esta ocasión era cuando los disfra­zados y la música de los barrios transitaban en los sectores afluentes de la ciudad. En los clubes, en la misma época, hubo hombres que atraídos por los disfraces de la fauna danzante de los congos copiaron las más­caras y los vestidos de los tigres exhibiéndose en carros para concur­sar en la batalla de flores. Los premios y distinciones en ese tiempo estaban destinados a miembros de la clase dominante. Esa inspiración para la diversión carnavalera recuerda la aparición de algunos dis­fraces que últimamente se han visto en clubes. Hay jóvenes que se visten de «reinas populares» satirizando los reinados de los barrios. Pero también, se han adoptado comparsas populares como la cumbia, como disfraz y tema de carnaval para un club. En 1943 ya existía la Junta Organizadora del Carnaval, elegida por la Asamblea Departamental y constituida por seis miembros. El cre­cimiento de la ciudad continuaba a un ritmo superior al del decenio anterior. Dentro de su ampliación territorial, el crecimiento del barrio Rebolo y su desequilibrio en comparación con otros sectores de la ciudad atrajeron la atención de periódicos locales, que reclamaron el «saneamiento» de Rebolo. El barrio sufría agudos problemas habitacionales y de servicios públicos. Se identificó a Rebolo habitado por  «la clase obrera de Barranquilla, la que vive en el barrio negro, aquella misma clase que trabaja, suda, crea riquezas y vota»   (La Prensa 1943). Los problemas de Rebolo y de los demás barrios que hacían ya parte del conglomerado desposeído de Barranquilla, empezaron a ser tenidos en cuenta. La clase dominante se valió del carnaval para ensayar una separación menos cortante y visible con las clases de los barrios populares. El señor Alfredo de la Espriella (Su comunicación personal 1977)  (5)  sugirió en ese entonces iniciar un reinado en los barrios, con la idea de lograr una participación de sus gentes en las fiestas de la ciudad. De esta manera se involucrarían 18 barrios que ya estaban definidos como tales en la urbe. Cada candidata de barrio capitanearía una danza y así se estimularían las tradiciones populares. Además, la reina saldría elegida de acuerdo con el número de votos que pudiera acu­mular y como cada voto valía una suma de dinero, la movilización de los barrios se lograría. Más aún, la importancia que a este evento se le concedió, empezó a registrarse en periódicos de la ciudad, En la actualidad, ese momento es recordado entre las gentes de los barrios como uno de los hitos importantes del carnaval en relación con su participación. En 1943 fotografías y nombres de las reinas y de los barrios, y las tonalidades de pigmentación de cada aspirante ocuparon páginas de los diarios. Estos años sin duda marcan los primeros resultados de la instrumentalización de tradiciones populares como estrategia de dominio de clase social en el panorama de Barranquilla, una urbe profundamente diferenciada en la distribución de recursos y de bienes. En 1962 la Junta Organizadora del Carnaval fue reemplazada por una Junta Permanente del Carnaval mediante decreto de 1960 y ordenanza de 1962 que instituyó la participación de concejales y el manejo gubernamental del carnaval  (De la Espriella 1977) . El grupo como dependencia oficial de la alcaldía de Barranquilla disponía los eventos públicos de la fiesta, la selección de la reina oficial, premia­ción de danzas y disfraces populares, elección de reinas de barrios y distribución de auxilios monetarios gubernamentales para la fiesta. Los concejales pasaron a formar parte de la Junta Permanente, junto a algunos veteranos de la Junta Organizadora. Los concejales de la ciudad son elegidos por voto popular cada dos años. El carnaval se tornó entonces en arena para aproximación de gentes en los barrios y el ejercicio del sistema de clientelismo como una estrategia de captación de votos para elecciones políticas. La elección de reinas populares, conforme se dijo, se hacía mediante conteo de votos vendidos. La aspirante que más dinero tuviera era la ganadora. Los concejales disponían de asignaciones oficiales de dinero para «auxiliar» al carnaval. Se establecía de esta manera una red de relación política cuyas compensaciones se registran en la ac­tualidad solamente en recuentos narrativos. Así se anota cómo las hijas de los líderes políticos locales salían siempre elegidas como reinas populares. Algunos dirigentes políticos notables en el panorama nacional o departamental se convirtieron en presidentes honorarios de algunas de las danzas de los barrios. Se aprecia así cómo los fa­vores gubernamentales a nivel personal o para el barrio y la poten­cialidad de votos políticos han constituido bienes de intercambio en el proceso de transacción del sistema de clientelismo vertical entre clases (Miranda 1976: 42). Pero la historia financiera de Barranquilla como ente municipal ha registrado en los últimos años problemas como los de otras ciu­dades : crecimiento burocrático desmedido, agotamiento de fondos monetarios y agudización del ejercicio de estrategias politiqueras para la obtención de beneficios personales. Todo ello sumado a cir­cunstancias de la pérdida de su supremacía portuaria en el panorama del litoral atlántico y del país, la migración del campo a la ciudad, el desempleo rampante y el crecimiento de masas desposeídas que siguen ensanchando la ciudad y convirtiendo a la clase dominante en una minoría acentuada. En 1974 miembros del comercio y de la industria, con el bene­plácito de las autoridades oficiales aproximaron el carnaval y lo im­pulsaron a través de financiación privada, diseño de nuevos eventos, adopción de procedimientos honrados en la premiación de las danzas populares, abundancia de premios a disfraces individuales y una pro­moción de la fiesta como celebración popular de los barrios. 1976 marcó un nuevo hito en el carnaval. No se utilizaron dineros del go­bierno para su realización y el evento fue organizado sin la inter­vención del departamento, aunque se trabajó bajo la tutela de su autoridad. LA NUEVA JUNTA: SEGMENTOS ARCAICOS Y MODERNISTAS En 1977 se comprobó que el llamado sector privado del comercio y de la industria podía hacerse cargo de las fiestas y bailar en el carnaval estrechando la mano gubernamental. Para el efecto, la Junta Permanente del Carnaval fue reemplazada informalmente por una cuyos miembros son ejecutivos de la industria, el comercio y la hotelería. Se diseñaron comités de trabajo cada uno encabezado por un director. En la estructura formal de la Nueva Junta tomaron sitio un presidente, la reina, una coordinadora ge­neral y representante personal del presidente de la junta y varios comités de actividades carnestolendas: Batalla de Flores, Gran Parada, Reinado Popular, Carrozas, Reinado Internacional, Coronación de Reina. El número de individuos que formalmente aparecieron en la Nueva Junta sumó 21. Pero a éste se añadieron tres asesores del presidente de la junta, quien era a la vez el alcalde de la ciudad. Los asesores colaboraron en organización y programación de las finanzas del evento. En Barranquilla como en las otras ciudades del país, el alcalde es a su vez presidente del concejo de la ciudad. En Colombia, los alcaldes son nombrados por el gobernador del departamento quien a su vez es designado por el presidente de la república, Ambos son de libre remoción por parte del presidente. A su vez, gobernador y alcalde escogen a su albedrío a sus funcionarios subalternos. A este proceso de control personal y político es al que José Fernando Ocampo (1972: 104) en su estudio de una ciudad colombiana, se refiere burlonamente con el mote de «proceso democrático de Colombia». Este mecanismo que de suyo traduce ausencia total de participación por parte del pueblo en el nombramiento o cambio de funcionarios gubernamentales puede ser útil en circunstancias que necesiten de­cisiones ágiles y el ejercicio personal de un control estrecho de grupos o de finanzas. El alcalde en su calidad de presidente del concejo y con derecho a presidir todas sus juntas, siendo la del carnaval una de ellas, puede convertirse en presidente de tal junta, como efecti­vamente ha sucedido 6. Pero generalmente el alcalde nombra al pre­sidente de la junta y éste designa formalmente a la reina de los fes­tejos. En 1977 el alcalde, antes de nombrar al presidente de la junta de carnaval, escogió a la reina, ésta miembro de una familia vinculada a la suya por amistad y política. Los candidatos a la presidencia declinaron su participación en la elección y el alcalde asumió el cargo. Esta situación ilustra el arbitrario espíritu personal que mo­dela los nombramientos gubernamentales en el departamento. Además muestra el ejercicio de los mismos mecanismos en situaciones que como el carnaval se traducen en prestigio cívico, social, económico y político. Claro que en la situación mencionada también se aprovechaba la presencia de un funcionario del gobierno que ofrecía garantías al proceso de cambio en el manejo del carnaval. El cambio de la auto­ridad gubernamental por la del sector privado se proyectaría menos drástico. Es así como algunos de los motores propuestos para la presidencia y que tenía una imagen pública comercial definida, rápidamente se desecharon para descartar el perfil escueto de un carnaval comercia­lizado. Asimismo, en la Nueva Junta quedaron personajes que en años pasados habían sido parte activa de la Junta Permanente, en su cali­dad de miembros prominentes de clubes, representantes de genea­logías notables en la clase dominante y poseedores de condiciones que validan su pertenencia a un segmento de tal clase que en el cur­so del trabajo de investigación fue señalado como arcaico. Pero también quedaron individuos que poseen además habilidades que según ellos mismos les permiten actuar en el segmento modernista de la misma clase que en la Nueva Junta es el que impulsa la imagen del carnaval como evento popular. Estos términos arcaico y modernista se utilizan aquí en base a formulaciones surgidas y aceptadas en el seno de la misma clase dominante y en relación al carnaval. En la organización del carnaval, miembros de los mencionados segmentos arcaico y modernista se dibujan ellos mismos con claridad. En el primero, la pertenencia se invoca por descendencia genealógica. Sus atributos residen en la tenencia de apellidos que se han convertido en símbolos de clase social dominante en virtud del ejercicio de la influencia política, militar, económica o burocrática de sus poseedores a través de varias generaciones. Y se valida en el carnaval mediante la tenencia de directivas de organización de las fiestas y en el mismo escenario festivo en la exhibición de alcurnia, poder de adquisición, consumo y derroche de trajes, licores o coreografía dirigida (7) . Al respecto, las recreaciones de París Nocturno o de espectáculos estilo Hollywood en Estados Unidos han sido temas centrales desde hace varios años. Actualmente, al igual que hace más de cinco decenios, el status adscrito del niño le permite ingresar en el club de su padre en un grupo de edad para conformar una comparsa. A medida que el niño o niña crecen, entran por derecho propio en las comparsas de ado­lescentes del club, luego en la de solteros (8) , la de casados (9) , y conforme se observó en 1977 puede llegar a hacer parte de una comparsa de gentes de edad por encima de los 60 años (10) . La presentación de todas estas comparsas de clubes tiene lugar en fechas previas a la celebración intensa de cuatro días. Como úl­timamente el carnaval tiene la imagen de una fiesta popular, nume­rosas personas validan también su pertenencia a la clase dominante, abandonando la ciudad con rumbo al exterior, a otras ciudades o a balnearios cercanos, mientras el carnaval llega a su fin, con el co­mentario que «las fiestas populares acabaron el verdadero carnaval».En el segmento modernista, explican sus miembros, están gentes que no necesariamente han sido residentes permanentes en Barran­quilla. Pueden tener una corta trayectoria en el panorama social de Ja ciudad, algunos no pertenecen a los clubes más exclusivos,- pero representan la industria con finanza multinacional, Ja empresa local y nacional y aunque muchos de ellos exhiben apellidos tradicionales, reconocen la utilidad del capital como una herramienta poderosa para el logro de sus intereses e ideales. El análisis de la Nueva Junta en 1977, mostró que cada uno de los miembros de los segmentos arcaico y modernista tenían distintas acti­vidades. Los del primero mostraron interés en la preservación del carnaval con las líneas del diseño original. Pero el cambio que el carnaval ha sufrido en el proceso de instrumentalización de las tra­diciones populares para fines de poder político, social y económico rezagó el segmento arcaico. Estos, reacios al cambio, optan por cele­braciones restringidas en el marco de un reinado de belleza, aco­plando éste a programas de la Corporación Nacional de Turismo interesada en atraer viajeros del exterior con monedas duras. Para el efecto, organizaron bailes en residencias privadas, clubes y hoteles, e invitaron al reinado a muchachas procedentes de países del Caribe u. Los fondos de la citada Corporación y de algunas firmas comerciales colaboraron por amistad o compromiso de negocios en tal empeño. El comité llamado «Carnaval Internacional» y que cubría las acti­vidades de este segmento arcaico, finalmente por presión del seg­mento modernista se cambió por el de «Reinado Internacional del Carnaval». De esta manera se abrió una brecha entre los dos seg­mentos en el manejo del carnaval y el modernista tomó su liderazgo. El segmento modernista enfoca el carnaval como un evento po­pular, considerando que las calles deben ser escenario activo de su celebración. Sus miembros ejecutivos de la burguesía industrial y comercial son conscientes de que aunque en los barrios se encaran problemas diarios de supervivencia, sus habitantes son partes impor­tantes de la fuerza de trabajo y del electorado, a tiempo que cons­tituyen fuerzas potenciales de disturbio y desorden. El significado de esta situación para la clase que en Barranquilla controla re­cursos de poder, parece haber suscitado las tácticas que últimamente se han adoptado con el carnaval. Tácticas que igualmente se hallan presentes en situaciones similares en otros lugares de América Latina (Leeds 1973: 34). A este respecto, la tesis de Bierstedt sobre los recursos del poder, citada por Leeds (1973: 24) arguye la existencia de tres fuentes ma­yores del poder: el control de recursos materiales, el uso de organi­zación y las masas movilizables de gentes. La tesis señala que en un sistema de clases cada una de esas fuentes residen en su orden con las clases «alta, media y baja». Pero añade que una de las clases ejerce el dominio sobre las fuentes de poder que residen en las otras clases. Para el caso de Barranquilla en su situación de carnaval, los re­cursos materiales que en un tiempo provenían del estado y actual­mente del sector privado están en poder de las clases dominantes. Asimismo, están en poder del sector privado parte de los recursos de organización como son los mandatos gubernamentales sobre los cuales se declara la ciudad de fiesta, el uso de la fuerza policiaca y otros mecanismos de control oficial. Las masas movilizables y sus danzas tradicionales y comparsas diversas y reinados en los barrios son la s fuentes de poder de las clases populares en los barrios. En tal calidad se tornan en el objetivo de control de las clases dominantes a través del segmento modernista de la Nueva Junta de Carnaval, en el marco de la instrumentalización del evento. Para el efecto, en la Nueva Junta el segmento modernista opera ágilmente a través de un número restringido de sus miembros, que encabezan la dirección de los principales eventos populares y que tienden redes de comunicación con los dirigentes de danzas y reinados en los barrios, modelando las decisiones de finanzas y organización. El gráfico Carnaval muestra la estructura formal de la Nueva Junta, sus redes de comunicación con las organizaciones de los barrios y el producto de esas relaciones que son los espectáculos de la festividad. La mayoría son producidos por gentes de los barrios y su presenta­ción en desfiles públicos es impulsada por los comités de la Nueva Junta. Pero el mayor énfasis del trabajo del segmento modernista se con­centra en los reinados populares considerados como «el motor de los barrios», según afirman miembros de la Nueva Junta. Cada grupo de los 77 que se movilizaron en 1977 alrededor de un número igual de candidatas a reinas reunió números apreciables de gentes. Estas como masas movilizables, así como su organización, son foco del interés de las clases dominantes en su ejercicio del control del poder. En el marco de la organización total del reinado popular la com­petencia es un elemento que estimula el fraccionamiento de la fuente de poder de los barrios, problema cuya discusión no es objeto de este artículo. Como tampoco es el proceso de fisión de danzas, como las de los Congos, estimulado por auxilios y premios. No obstante, vale mencionar la contradicción que ello acarrea, en el caso de danzas, ya que mientras su desmembración afecta la solidaridad de cada grupo, es a la vez un mecanismo adaptativo a las exigencias de la clase dominante y contribuye a la creación de nuevos grupos porta­dores de la tradición. Financiación Conforme  se mencionó  anteriormente,  en  1977  la  Nueva  Junta publicó en los periódicos de Barranquilla un balance financiero con las contribuciones de la industria y el comercio, así como el destino de tales dineros  (El Heraldo: marzo). El monto de estas contribuciones alcanzó un total de 1.602.500,00 pesos sin tener en cuenta otras pro­venientes particularmente de hoteles de la ciudad y de una firma de licores  (12) ,  cuya participación en el carnaval fue bastante amplia. En este sentido, el monto de la contribución de determinadas industrias y casas de comercio podría precisarse. En este artículo vale mencio­nar el hecho de que las empresas participan de variada forma. Por ejemplo, hubo algunas que ofrecieron consumo gratis de sus pro­ductos  (13)  (Carnaval 77, Guía de actos). En los periódicos de la ciudad las fotografías de las reinas popu­lares se publican con el patrocinio de una bebida; en los desfiles de carnaval, las danzas tradicionales aparecen con danzantes cuyos trajes en su parte más visible anuncian un producto comercial; muchas de las banderas tradicionales de algunas danzas llevan impresos nombres de productos comerciales en reemplazo de los dibujos o insignias de tradición, y los desfiles en 1977 estuvieron saturados de grandes cintas divisorias entre danza y danza anunciando productos. A partir del balance financiero del carnaval que fue publicado en la prensa de Barranquilla, pueden destacarse los siguientes hechos:
  1. Un 33% de las contribuciones en efectivo entregadas a la Junta del Carnaval fue dedicado a eventos del carnaval popular, i.e. reinas de barrio, danzas y disfraces.
  2. Un 67% de las contribuciones en efectivo entregadas a la Junta del Carnaval debieron emplearse en gastos a los cuales el balance publicado no hace referencia.
  3. Del total de los 491.500,00 pesos dedicados al carnaval popular, 199.000,00 pesos, o sea un 40% fue dedicado a auxilios y premios de 47 reinas de barrios, es decir un promedio de 6.380,00 pesos para cada una.
  4. Del total de los 491.500,00 pesos dedicados al carnaval popular, 292.500,00 pesos, o sea el 60% fue dedicado a auxilios y premios entre 44 grupos de danzas grandes y medianas y 11 disfraces individuales y comedias. Si se tiene en cuenta que cada grupo de danzas grandes consta de un promedio de 40 miembros y que el auxilio recibido en 1977 fue de 6.000,00 pesos, cada miembro de danza resulta auxiliado con 150,00 pesos  (14) .
La comparación de este auxilio (Ps. 150,00) a los miembros de las danzas y el entregado a cada una de las reinas populares (Ps. 3.000,00) señala el énfasis que la Nueva Junta del Carnaval imprime a los reinados de los barrios. Una confrontación de los gastos en que cada danzante incurre para participar con su grupo en los desfiles (trajes, contribuciones) con el auxilio que recibe de la organización del carnaval muestran tal auxilio absolutamente inadecuado. Más todavía cuando se evalúa el trabajo de preparación de danzas grandes, medianas y cumbias, su dedicación durante varios meses, el brillo que esta tradición imprime al carnaval y el perfil estético que en el marco de evento popular, ad­quiere la ciudad de Barranquilla. Así lo manifiestan directores y miembros de danzas y cumbias en los barrios. En los últimos años éstas se mantienen por el estímulo de sentimientos de amistad, afec­tos de familia y el apego a la tradición. Pero el uso intenso de este recurso social es excesivo y podrían ocurrir cambios inesperados si esta situación se fuerza indefinidamente. Por el contrario, los auxilios a las reinas de los barrios y la propa­ganda en medios masivos de comunicación local y nacional son uti­lizados por las clases dominantes para proyectarse como defensoras de las tradiciones populares en el carnaval. Esta es la imagen que empieza a administrarse profusamente en Barranquilla, en el litoral atlántico y en Colombia. Y el Carnaval es un evento que ha resultado propicio para tal fin.4) .  En la ocasión en que una carroza fue obsequiada por el Club Alemán el tema fue la champaña Moet & Chandon que en ese tiempo se prefería en los clubes como bebida de prestigio. Las jóvenes se vistieron con trajes que imitaban copas de champaña y burbujas y desde sus carrozas como era costumbre lanzaron flores, perfume atomizado y papelitos de colores. Como se ve los esfuerzos publicitarios no faltaron en ese entonces. En el carnaval de 1916 apareció la carroza de «Las Princesas del Tabaco» de la Compañía Colombiana de Tabaco, haciendo propaganda a sus cigarrillos Dandy. 5) . Alfredo de la Espriella, escritor y narrador de las tradiciones de Barranquilla, tanto en el área del recuento sobre clases dominantes, como sobre clases populares. 6) . En 1963, el arquitecto Ricardo González Ripoli también ejerció la presidencia del carnaval, a tiempo que desempeñaba el cargo de alcalde de la ciudad.                                                                                                                                        
  1.  Sonia Osorio, Directora del Ballet de Colombia, dirigió durante varios años las presentaciones de carnaval en los clubes. Su estilo era de espectáculos del París Nocturno y Hollywood cinematográfico. Se apoyó en despliegue de brillo de telas, ornamentos en piedras de colores, movimiento de cuerpos y semi-desnudez a la usanza de revistas musicales, elementos que aún persisten en el carnaval de los clubes  de Barranquilla.
  1. Club Alemán. «La Capitana de Solteros Yudy Herrera presentó La Jota Cho-coana…»   (Barranquilla febrero   1977).
Club campestre. «Los bailes de las dos capitanas de solteros y la juvenil fue con la coreografía de Inés de Rojas…»   (Barranquilla febrero 1977). 9) . Club Italiano. «Maxim’s de París, se tituló la alegre comparsa que la capitana de casados María Teresa de Carreto presentó el sábado. ..» (Diario del Caribe febrero 19,  1977). 10) . En el Country Club se presentó «…La comparsa Hollywood, integrada por un grupo de abuelos mayores: Hernando Ruiz Quijano, Julio Gerlein, Riche Martínez Aparicio, Carlos A. Osorio Ucrós, Abraham Asmar, Rodrigo Carbonell, Chepe Díaz y Carlos Recio cada uno con su esposa» (Barranquilla febrero 1977). 11) . En 1977 asistieron reinas de Costa Rica, China, Honduras, Aruba, Haití, Miami, San Salvador, Santo Domingo, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá y Venezuela   (Guía de Actos-Carnaval   1977). 12) .El Balance Financiero del Carnaval 77 anota lo siguiente: …La Junta del Carnaval 1977, agradece a las siguientes empresas que con su aporte hicieron posible la realización de las festividades carnestoléndicas del pasado mes de febrero. John Restrepo Se Co. Templete coronación de Reinas, Música, diferentes eventos, licores, etc. Hotel El Prado: Folleto Turístico, Decoración Aeropuerto. Hotel Royal Lebolo: Folleto Turístico, Decoración Aeropuerto. Hotel Mayestica: Folleto Turístico y Decoración Aeropuerto. Hotel Central: Folleto Turístico y Decoración Aeropuerto. Hotel Doral: Folleto Turístico y Decoración Aeropuerto. Hotel Riviera: Folleto Turístico y Decoración Aeropuerto. Hotel Tequendama: Hospedaje de cortesía a la Reina. Hotel Hilton: Hospedaje de cortesía a la Reina. Sigue una lista de contribuciones en dinero efectivo, que aparecen citadas en el Balance Financiero del Carnaval. 13) .»El Carnaval y la industria privada». En Guía de Actos-Carnaval 1977. «… Podría decir que en este sentido, no hay un solo sector de Barranquilla en donde Ron Medellín y el Aguardiente Antioqueño no se hagan presentes con su cumbia, el conjunto musical. Nuestros transmóviles recorren todas las verbenas de las candidatas a quienes les obsequiamos bebidas y música como un mensaje de amistad de nuestra firma» (Declaración de un joven ejecutivo de la firma distribuidora de los licores citados).
  1. En febrero, 1977 el equivalente de un dólar era Ps. 36,00. Los Ps. 150,00 del auxilio a cada danzante equivalían a USS 4,00.
  1. Verbena es un sitio de baile popular en los barrios. Generalmente es una sala sobre la calle. Se extiende sobre la misma con una corraleja para dar espacio al baile. Tiene una orquesta y expendio de bebidas. Cada reina popular tiene su verbena en su barrio y es el lugar de reunión de su grupo y de pro­ducción de fondos, ya que la entrada a bailar se cobra. En 1977 además, cada candidata tuvo que pagar la suma de Ps. 1.000, 00 a la Junta de Car­naval como derecho de inscripción al reinado. 23 APÉNDICE Programa de Carnaval
    • Guacherna General. Es un desfile callejero. Consiste en salir a la calle a bailar en comparsa o grupo, con música que un tiempo podía ser dulzaina, acordeón, tambor y gaita. Esta celebración que antes era espontánea y estimulaba en cada calle la parti­cipación de las gentes en la festividad, se ha oficializado en los últimos años de manera que cada candidata de barrio debe crear una comparsa y con ella encabezar la movilización de sus gentes en el marco de la guacherna que ahora tiene una noche espe­cial de celebración, bajo la organización de un miembro de la Junta de Carnaval.
    • Coronación de reina del carnaval. En 1977 se celebró en un estadio de deporte y se permitió entrar al público mediante pago de 35,00 pesos por cada asistente.
    • Baile de coronación de reina en un hotel exclusivo de la ciudad. Entrada restringida mediante invitación de la junta de manejo del carnaval.
    • Espectáculo de «Carnaval y Caridad» de los clubes. Presentación de comparsas en un estadio de deportes. Se permite entrar al público mediante pago de boletas de 30,00 y 50,00 pesos.
    • Coronación de la reina de los barrios. En 1977 el acto tuvo lugar en un estadio de deportes. Las candidatas y la reina retornaron a sus barrios y allí celebraron una fiesta de baile.
    • Batalla de flores. Consiste en un desfile por las calles de la reina del carnaval en carroza, las reinas de algunos barrios, al­gunas de las candidatas al reinado internacional del carnaval. Alrededor de las carrozas de estas jóvenes, desfilan danzas de congos, cumbias, otras danzas, grupos de música y disfraces. En 1977 el desfile se ínció el sábado de carnaval a las 3 p.m. y terminó alrededor de las 6:30 p.m.
    • Gran Parada de Carnaval. Es un desfile callejero estilo parada militar. Toman parte principalmente las agrupaciones que con­forman el carnaval popular, o sea la gente de los barrios. En 1977, las agrupaciones llegaron al lugar de concentración a la una de la tarde. El sitio, un parque en el sector afluente de la ciudad, sirvió de escenario de observación para un concurso que se lleva a cabo desde hace varios años y que entrega pre­mios a las distintas danzas y disfraces populares. Solamente a las 6 de la tarde se inició el desfile que duró hasta las ocho de la noche, de suerte que los participantes estuvieron en trance de concurso y de desfile durante ocho horas, el domingo de carnaval.
    • Festival de orquestas. En 1977 se celebró el lunes de carnaval. En este evento se compite por el trofeo de música «El Congo de Oro del Carnaval de Barranquilla». Asiste público general.
    • Coronación de reina internacional. En 1977 asistieron 12 jóvenes procedentes de países del área del Caribe y una representante de la colonia china en Barranquilla. Generalmente la coronación tiene lugar en uno de los hoteles exclusivos de la ciudad y su asistencia está restringida a miembros de la clase dominante.
    • El martes de carnaval, último día de las fiestas, grupos calle­jeros se divierten con un muñeco hombre, clara reminiscencia del personaje-símbolo del carnaval occidental y a quien se llama Joselito Carnaval. Cada grupo lleva un muñeco. Unos lo pasean en camilla de hospital, otros colgado de una soga de ahorcado, otros lo llevan como muerto en un ataúd y todos lo lloran con lamentos, juegos de palabras, baile y canto, licor y risas. Joselito ha muerto y el carnaval ha terminado. Los grupos confluyen hacia los sectores céntricos de la ciudad y solamente la aban­donan al finalizar el día.